Por segundo año consecutivo, el Restaurante Le Bistró de Valladolid celebró su segunda edición de ‘El Chef Invitado’. Si la edición anterior de El Chef Invitado ya fue todo un éxito, y los platos presentados fueron todo un reto para el jurado, este año no fue para menos. Ocho cocineros se dieron cita en dos días, para crear el mejor plato, sorprender al jurado y formar parte, durante un año, de la carta del Restaurante Le Bistró. El año pasado el ganador fue Mario, con su Tataki de Salmón. Él, este año, formó parte del jurado de la segunda edición de El Chef Invitado, ofreciendo su punto de vista de forma magistral. Podéis degustar sus actuales creaciones en el Restaurante GASTROLAVA de Valladolid, del que forma parte actualmente.

Este año conté con ese plus de experiencia del año pasado, y esta edición, además de fotografiar el evento de la mejor forma posible, intenté hacer mi propia lista (muy modestamente) de posibles ganadores. Comprobé que era muy difícil, el nivel es excelente. Los vi trabajar; vi y sentí como transformaban la cocina con todos los aromas que iban desprendiendo sus platos. Recuerdo especialmente alguno de esos platos, el aroma que desprendía, era algo maravilloso. ¡Qué pena que sólo podáis degustar uno de ellos!

La mayoría de los cocineros eran muy jóvenes y en más de una ocasión pensaba; que si el nivel que tienen ahora es este, dentro de varios años, si siguen con el mismo entusiasmo y dedicación, llegarán muy lejos.

Los nervios estaban a flor de piel. A la hora de emplatar, en la mayoría de ellos se les notaba los nervios por el pulso que les jugaba alguna mala pasada. Pero sabían parar, tomarse su tiempo y seguir, como auténticos profesionales. Y es que tener a gente tan expectantes al rededor, un fotógrafo detrás todo el tiempo (espero que no lo complicase mucho) y participar en un concurso como este, no es nada fácil.

Me enorgullece, que en mi ciudad, existan empresas como esta, que además de ser muy buenos en lo que hacen, apoyen de esta manera a profesionales de su mismo sector, ofreciéndoles una oportunidad y reconocimiento. Parece sencillo, fácil de hacer, planificar, iniciar, o simplemente tener la idea y organizar un concurso como este, pero sabemos que no lo es. Empezó de forma modesta, sin saber si quiera si existiría una segunda edición. Juntaron a una decena de cocineros (o futuros cocineros) y otros tantos de jurado, un fotógrafo, prensa, y lo más costoso: tiempo, mucho tiempo, reuniones y cosas que se me escapan a valorar y crean algo tan complicado, pero fácil a la vista.

¿Por qué ‘perder el tiempo’ en algo así? Hubiera sido más sencillo, abrir como cada tarde y seguir cocinando. Sin mirar quién viene detrás, quién necesita un empujón, o pensar en cómo mejorar lo que nos rodea. Me sorprende, alivia y se merecen mil reconocimientos, empresas como esta, que hacen que su profesión siga creciendo, aporten valor, unión, respeto,…

¿Y qué decir de otras cosas sencillas que hacen, pero tan difíciles a la vez? Su empeño en eliminar de su carta el ‘in’ de intolerante y tener muchos y principales platos tolerantes para todos. Si no ves y necesitas una carta, ellos la tienen también en Braille, es alucinante esta idea. Su empeño en ser un restaurante comprometido de manera social y recibir por ello el reconocimiento de su sector y otros muchos motivos… Así ¿Cómo no vamos a hacernos fans de ellos?

Gracias a ese gran equipo que forma el Restaurante Le Bistró, especialmente a Alfonso.

Pero los importantes eran Andrea, Saúl, Mercedes, Ainara, Nerea, Álvaro, Javi y Diego, que son unos fenómenos y espero que este plato, sea el comienzo de una exitosa cocina para ellos.